lunes, 17 de diciembre de 2012

Introducción al “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels por Eric Hobsbawm

En conmemoración de la muerte del renombrado erudito e historiador marxista Eric Hobsbawm, Verso presenta su introducción a la edición más reciente de El manifiesto comunista de Marx y Engels, para deleite de todos. (Matthew Cole).

 

I

En la primavera de 1847 Karl Marx y Frederick Engels acordaron afiliarse a la llamada Liga de los Justos (Bund der Gerechten), una rama de la anterior Liga de los Proscritos (Bund der Geächteten), sociedad secreta revolucionaria creada en París en la década de 1830 bajo la influencia de la Revolución Francesa por artesanos alemanes, la mayoría sastres y carpinteros, y todavía compuesta principalmente por estos artesanos expatriados radicales. La Liga, convencida de su "comunismo crítico", se ofreció a publicar un manifiesto redactado por Marx y Engels como su documento político y también a modernizar su organización siguiendo sus líneas. Y efectivamente se reorganizó en el verano de 1847, cambiando su antiguo nombre por el de Liga de los Comunistas (Bund der Kommunisten) comprometida con el propósito de "derrocar a la burguesía, instaurar el dominio del proletariado, acabar con la vieja sociedad basada en las contradicciones de clase (Klassengegensätzen) y establecer una nueva sociedad sin clases ni propiedad privada". Un segundo congreso de la Liga celebrado también en Londres en los meses de noviembre y diciembre de 1847 aceptó formalmente los objetivos y nuevos estatutos e invitó a Marx y a Engels a redactar el nuevo Manifiesto exponiendo los objetivos y políticas de la Liga.

Aunque tanto Marx como Engels prepararon borradores y el documento representa claramente los puntos de vista de ambos, el texto final fue escrito casi con toda certeza por Marx, tras una reprimenda a éste por parte del Ejecutivo, puesto que a Marx, tanto entonces como después, le resultaba difícil terminar sus textos sin el apremio de una fecha límite. La ausencia virtual de borradores anteriores sugiere que lo escribió a toda prisa (i). El documento resultante, de veintitrés páginas, titulado Manifiesto del Partido Comunista (conocido desde 1872 como El Manifiesto Comunista), se publicó en febrero de 1848 tras imprimirlo en las oficinas de la Asociación Educativa de los Trabajadores, más conocida como la Communistischer Arbeiterbildungsverein, que sobrevivió hasta 1914 en el 46 de Liverpool Street de Londres.

Este pequeño panfleto es el texto político más influyente desde la Declaración de los derechos humanos y ciudadanos de la Revolución Francesa. Por suerte estaba ya en la calle antes de que estallaran las revoluciones de 1848, que desde París se propagaron como un incendio forestal por todo el continente europeo. Aunque su horizonte era firmemente internacionalista -la primera edición anunciaba de forma optimista pero errónea la publicación inminente en inglés, francés, italiano, flamenco y danés- su impacto inicial fue exclusivamente en alemán. A pesar de que la Liga Comunista era pequeña, desempeñó un papel significativo en la revolución alemana, al menos mediante el periódico Neue Rheinische Zeitung [La Nueva Gaceta Renana] (1848-49), que editaba Karl Marx. La primera edición del Manifiesto se imprimió tres veces en unos meses, por capítulos, en la Deutsche Londoner Zeitung, corregida y maquetada de nuevo en 30 páginas en abril o mayo de 1848, pero desapareció de la circulación con el fracaso de las revoluciones de 1848. Cuando Marx se estableció en Inglaterra en 1849 para comenzar su exilio de por vida, los ejemplares que quedaban del Manifiesto eran tan escasos que pensó que valía la pena reimprimir la Sección III (Socialistische und kommunistische Literatur) en el último número de su revista de Londres , Neue Rheinische Zeitung, politisch-ökonomische Revue [La nueva gaceta renana, revista político económica] (noviembre de 1850), poco leída.

Nadie podía predecir un futuro tan extraordinario del Manifiesto en las décadas de 1850 y 1860. Un impresor alemán emigrado imprimió privadamente una nueva edición en Londres, probablemente en 1864, y otra pequeña edición en Berlín en 1866, la primera publicada en Alemania. Entre 1848 y 1868 parece que no hubo traducciones, excepto una versión en sueco, publicada probablemente a finales de 1848, y otra en inglés en 1850, significativas en la historia bibliográfica del Manifiesto sólo porque la traductora parece haber consultado a Marx o seguramente a Engels puesto que ella vivía en Lancashire. Ambas versiones desaparecieron sin dejar rastro. A mediados de la década de 1860 no quedaba prácticamente nada impreso de lo que había escrito Marx.

El protagonismo de Marx en la Asociación Internacional de Trabajadores (la denominada "Primera Internacional", 1864-1872) y la aparición en Alemania de dos partidos importantes de la clase obrera, ambos fundados por antiguos miembros de la Liga Comunista que lo tenían en gran estima, llevó a un resurgimiento del interés por el Manifiesto, al igual que por otros escritos suyos, en especial el de su lúcida defensa de la Comuna de París de 1871 (conocido como La guerra civil de Francia) que le proporcionó una considerable notoriedad en la prensa como líder peligroso de la subversión internacional, temido por los gobiernos. Y en particular el juicio por traición a los líderes de la Socialdemocracia alemana Wilhelm Liebknecht, August Bebel y Adolf Hepner en marzo de 1872 le proporcionó una publicidad inesperada. La acusación leyó el texto del Manifiesto, lo que proporcionó a los socialdemócratas su primera oportunidad de publicarlo legalmente en una larga tirada como documento perteneciente al procedimiento judicial. Como parecía lógico que un documento escrito antes de la revolución de 1848 necesitara algunas correcciones y comentarios explicativos, Marx y Engels escribieron el primero de los prefacios de todos los que desde entonces han acompañado a las nuevas ediciones del Manifiesto (ii). Por motivos legales el prefacio no se pudo distribuir legalmente en su momento, pero la edición de 1872 (basada en la de 1866), se convirtió en la base de todas las ediciones posteriores. Mientras tanto, entre 1871 y 1873, aparecieron al menos nueve ediciones del Manifiesto en seis lenguas.

Durante los cuarenta años siguientes el Manifiesto conquistó el mundo, empujado por el surgimiento de los nuevos partidos laboristas (socialistas), en los que la influencia marxista creció rápidamente en la década de 1880. Ninguno de estos eligió la denominación de Partido Comunista hasta que los bolcheviques rusos volvieron a la denominación original después del triunfo de la Revolución de Octubre, pero el título de Manifiesto del Partido Comunista permaneció inalterado. Incluso antes de la Revolución Rusa de 1917 ya se habían imprimido varios centenares de ediciones en unos treinta idiomas, incluidas tres ediciones en japonés y una en chino. Sin embargo la zona en la que tuvo más influencia fue el cinturón central de Europa que va desde Francia en el oeste hasta Rusia en el este. No sorprende que el mayor número de ediciones se realizara en ruso (70) más otras 35 en las lenguas del imperio zarista: 11 en polaco, 7 en yidis, 6 en finlandés, 5 en ucraniano, 4 en georgiano y 2 en armenio. Hubo 55 ediciones en alemán y para el imperio de los Habsburgo, 9 en húngaro, 8 en checo y solo 3 en croata, una en eslovaco, otra en esloveno y 34 en inglés, lo que incluye los EE.UU., (donde la primera traducción apareció en 1871), 26 en francés y 11 en italiano, la primera en 1889 (iii). El impacto en el suroeste europeo fue limitado: 6 ediciones en español (incluida América Latina) y una en portugués. También fue bajo el impacto en el sureste de Europa, 7 ediciones en búlgaro, 4 en serbio, 4 en rumano y una sola edición en ladino, presumiblemente editada en Salónica. El norte de Europa estuvo moderadamente bien representado con 6 ediciones en danés, 5 en sueco y 2 en noruego (iv).

Esta desigual distribución geográfica no solo reflejaba el desarrollo desigual del movimiento socialista y de la propia influencia de Marx, tan distinta de otras ideologías revolucionarias como el anarquismo. Debe recordarnos también que no existía una estrecha correlación entre el tamaño y la fuerza de los partidos socialdemócratas y laboristas en cuanto a la difusión del Manifiesto. Así, hasta 1905 el Partido Socialdemócrata Alemán, con cientos de miles de afiliados y millones de votantes, imprimió las nuevas ediciones del Manifiesto en tiradas menores de 2.000 o 3.000 copias. Del programa de Erfurt del partido de 1891 se tiraron 120.000 ejemplares mientras que, al parecer, no se imprimieron más de 16.000 copias del Manifiesto en los 11 años comprendidos entre 1895 y 1905, cuando en este último año la circulación de su revista teórica Die Neue Zeit era de 6.400 ejemplares (v). No se esperaba del afiliado medio de un partido marxista socialdemócrata de masas que aprobase exámenes de teoría. Al contrario, las 70 ediciones de la Rusia prerrevolucionaria se correspondían con una combinación de organizaciones, ilegalizadas la mayor parte del tiempo, cuyo número total de miembros no pasaría de unos pocos miles. Asimismo las 34 ediciones en inglés fueron publicadas por y para las sectas marxistas dispersas por el mundo anglosajón que operaban en el ala izquierda de los partidos laboristas y socialistas de entonces. Éste era el entorno "en el que la claridad de un camarada se medía invariablemente por las señales en su Manifiesto" (vi). En otras palabras, los lectores del Manifiesto, aunque formaban parte de los nuevos partidos y movimientos laboristas socialistas, casi con toda seguridad no eran una muestra representativa de su afiliación. Eran hombres y mujeres con un interés especial en la teoría que subyace en estos movimientos. Y seguramente esto es verdad todavía.

Esta situación cambió después de la Revolución de Octubre, por lo menos en los partidos comunistas. A diferencia de los partidos de masas de la Segunda Internacional (1889-1914), los de la Tercera Internacional (1919-43) esperaban que todos sus miembros comprendieran la teoría marxista o al menos mostraran algún conocimiento de la misma. Desapareció la dicotomía entre los líderes políticos de hecho, desinteresados en la escritura de libros, y los 'teóricos' como Karl Kautsky, conocido y respetado como tal, pero no como político práctico en la toma de decisiones. Siguiendo a Lenin, ahora se suponía que todos los líderes debían ser teóricos importantes puesto que todas las decisiones políticas estaban justificadas con base en el análisis marxista, o más probablemente en la autoridad textual de 'los clásicos': Marx, Engels, Lenin y a su debido tiempo, Stalin. La publicación y distribución a nivel popular de los textos de Marx y Engels se convirtió en una cuestión más importante para el movimiento de lo que había sido en los tiempos de la Segunda Internacional. Se publicaban desde series con los textos más cortos, probablemente siguiendo el ejemplo de la editorial alemana Elementarbücher des Kommunismus durante la República de Weimar, hasta compendios adecuadamente seleccionados de lecturas tales como la inestimable Selección de correspondencia de Marx y Engels, primero en dos volúmenes y después en tres, o las Obras Reunidas de Marx y Engels en dos o en tres volúmenes, así como la preparación de las Obras Completas (Gesamtausgabe), todo respaldado por los recursos ilimitados a estos efectos del Partido Comunista de la Unión Soviética y muchas veces imprimidas en la Unión Soviética en una gran variedad de lenguas extranjeras.

El Manifiesto Comunista se benefició de esta nueva situación de tres maneras. Su circulación sin duda aumentó. La edición barata publicada en 1932 por las editoriales oficiales de los partidos comunistas estadounidense y británico "de cientos de miles" de copias se ha descrito como "probablemente la mayor edición masiva jamás impresa en inglés" (vii). El título del Manifiesto ya no era una supervivencia histórica, sino que se vinculaba directamente con la política de la época. Desde el momento en que un Estado principal afirmó representar la ideología marxista, la posición del Manifiesto como texto de ciencia política quedó reforzada y consecuentemente entró en los programas educativos de las universidades, destinada a expandirse rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el marxismo de los lectores intelectuales iba a encontrarse con su público más entusiasta en las décadas de los 60 y 70.

La URSS emergió de la Segunda Guerra Mundial como una de las dos superpotencias, encabezando una vasta región de Estados comunistas y de Estados satélite. Los partidos comunistas occidentales, con la notable excepción del partido comunista alemán, emergieron más fuertes de lo que fueron nunca, ni parecía probable que lo fueran a ser. Aunque había empezado la Guerra Fría, en el año de su centenario el Manifiesto lo publicaban no solamente los editores comunistas o marxistas, sino también editoriales no políticas en grandes ediciones con introducciones de académicos eminentes. En otras palabras, ya no era solo un documento marxista clásico, sino que se había convertido en un clásico político y punto.

Sigue siendo un clásico incluso después del final del comunismo soviético y del declive de los partidos y movimientos marxistas en muchas partes del mundo. En los Estados sin censura, se puede encontrar en librerías o bibliotecas. El propósito de una nueva edición no es por tanto poner el texto de esta asombrosa obra maestra al alcance de todo el mundo y menos aún revisitar un siglo de debates doctrinales acerca de la interpretación "correcta" de este documento fundamental del marxismo. Se trata de recordarnos de que el Manifiesto aún tiene mucho que decir al mundo en las primeras décadas del siglo XXI.

 

II

¿Qué tiene que decir? Se trata, por supuesto, de un documento escrito para un determinado momento histórico. Parte del mismo quedó obsoleto casi de inmediato, como por ejemplo las tácticas recomendadas a los comunistas en Alemania, que no se aplicaron durante la revolución de 1848 y sus secuelas. Otra parte del mismo se fue quedando obsoleta a medida que transcurrían los años que separaban a los lectores de la fecha en que se escribió. Hacía mucho tiempo que Guizot y Metternich ya no lideraban gobiernos para ser personajes de los libros de historia y el zar ya no existe (aunque el Papa sí). En cuanto a la discusión sobre la "literatura socialista y comunista", los propios Marx y Engels reconocieron en 1872 que ya entonces estaba desfasada.

Y lo que es más importante: con el paso del tiempo, el lenguaje del Manifiesto ya no era el de sus lectores. Por ejemplo, se ha comentado ampliamente la frase que decía que el avance de la sociedad burguesa había rescatado "a una parte considerable de la población de la idiotez de la vida rural". Pero mientras no hay duda de que Marx en ese momento compartía el desprecio e ignorancia habituales del habitante de la ciudad hacia el entorno campesino, la frase alemana actual y analíticamente más interesante de dem Idiotismus des Landlebens entrissen no se refiere a la "estupidez", sino al "horizonte estrecho" o "al aislamiento del conjunto de la sociedad" en que vivía la gente del campo. Hacía eco del significado original del término griego idiotes, de donde se derivan los significados actuales de "idiota" o "idiotez": "una persona preocupada solo de sus asuntos privados y no de los de una comunidad más amplia". Desde 1840 y en los movimientos cuyos miembros, al contrario que Marx, no habían recibido una educación clásica, el sentido original se desvaneció y se malinterpretó.

Esto resulta aún más evidente en el vocabulario político del Manifiesto. Los términos como Stand (Estado), Demokratie (democracia) o "nación/nacional", o bien tienen poca aplicación a las políticas de finales del siglo XX o han dejado de tener el significado que tenían en el discurso político o filosófico de la década de 1840. Por poner un ejemplo obvio: el "Partido Comunista", de cual nuestro texto afirmó ser el Manifiesto, no tuvo nada que ver con los partidos de la política democrática moderna, ni con los "partidos de vanguardia" del comunismo leninista, sin mencionar los partidos estatales de tipo soviético o chino. Ninguno de estos partidos existía en aquel momento. La palabra "partido" todavía significaba esencialmente una tendencia o corriente de opinión o táctica, aunque Marx y Engels reconocían que en cuanto esto se materializaba en los movimientos de clase, se desarrollaba algún tipo de organización (diese Organisation der Proletarier zur Klasse, und damit zur politischen Partei). De ahí la distinción en la sección IV entre "los partidos de clase obrera existentes… los cartistas en Inglaterra, los reformistas agrarios en Estados Unidos" y otros, no constituidos todavía (viii). Como deja claro el texto, en esta etapa el partido comunista de Marx y Engels no constituía una organización ni intentaba serlo, y menos pretendía ser una organización con un programa específico distinto al de las demás organizaciones (ix). Por cierto, no se menciona en el Manifiesto el sujeto real en cuyo nombre se escribió, la Liga de los Comunistas.

Por otra parte, queda claro que el Manifiesto no solo se escribió en y para una situación histórica determinada, sino que también representaba una fase relativamente inmadura del desarrollo del pensamiento marxista. Y esto se hace más evidente en los aspectos económicos. Aunque Marx había empezado en serio a estudiar la economía política en 1843, no se propuso desarrollar el análisis económico expuesto en El Capital hasta que llegó exiliado a Inglaterra después de la Revolución de 1848 y tuvo acceso a los tesoros de la biblioteca del Museo Británico en el verano de 1850. De ahí que la distinción entre la venta de su mano de obra al capitalista por parte del obrero y la venta de su fuerza de trabajo que resulta esencial para la teoría marxiana de la plusvalía y la explotación no se había hecho en el Manifiesto. Tampoco opinaba el Marx maduro que el precio de la mercancía "trabajo" era su coste de producción; es decir, el coste del mínimo fisiológico de mantener con vida al trabajador. En resumen, Marx escribió el Manifiesto menos como economista marxiano que como comunista ricardiano.

Y sin embargo, a pesar de que Marx y Engels recordaban a los lectores que el Manifiesto era un documento histórico desfasado en muchos aspectos, promovieron y ayudaron la publicación del texto de 1848 con modificaciones y aclaraciones relativamente menores (x). Reconocieron que seguía siendo una importante exposición del análisis que distinguía su comunismo de todos los demás proyectos existentes para la creación de una sociedad mejor. En esencia este análisis era histórico. Su núcleo era la demostración del desarrollo histórico de las sociedades y específicamente de la sociedad burguesa, que reemplazó a sus predecesoras, revolucionó el mundo y a su vez creaba necesariamente las condiciones para su reemplazo inevitable. Al contrario que la economía marxiana, "la concepción materialista de la Historia" que subyace en este análisis había encontrado ya su formulación madura a mediados de la década de 1840, y había permanecido prácticamente sin cambios en los años posteriores (xi). En este aspecto el Manifiesto era ya un documento definitorio del marxismo. Encarnaba una visión histórica, aunque su esquema general requería un análisis más detallado.

 

III

¿Qué impresión causará el Manifiesto al lector que accede hoy al mismo por primera vez? El nuevo lector no puede dejar de ser arrastrado por la convicción apasionada, la brevedad concentrada, la fuerza intelectual y estilística de este asombroso panfleto. Está escrito como en un único estallido creativo, con frases lapidarias que se transforman de forma casi natural en aforismos memorables que se conocen mucho más allá del mundo del debate político: desde la apertura "Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo", hasta el final "Los proletarios no tienen nada que perder más que las cadenas. Tienen un mundo que ganar" (xii). Igualmente fuera de lo común en la escritura alemana del siglo XIX son los párrafos cortos, apodícticos, generalmente de una a cinco líneas. Solo en cinco casos, entre más de doscientos, hay quince líneas o más. Sea lo que sea, El Manifiesto Comunista como retórica política tiene una fuerza casi bíblica. En resumen, es imposible negar su irresistible poder literario (xiii).

No obstante, lo que indudablemente impactará al lector contemporáneo del Manifiesto es el diagnóstico notable del carácter revolucionario y el impacto de la "sociedad burguesa". No se trata simplemente de que Marx reconociera y proclamara los extraordinarios logros y el dinamismo de una sociedad que detestaba, para sorpresa de más de un defensor posterior del capitalismo ante la amenaza roja. De lo que se trata es que el mundo transformado por el capitalismo que describió en 1848, en pasajes de elocuencia oscura y lacónica, se reconoce en el mundo en que vivimos hoy, 150 años después. Curiosamente, el optimismo poco realista de dos revolucionarios de veintiocho y treinta años ha demostrado ser la fuerza más perdurable del Manifiesto. Porque aunque el "fantasma del comunismo" obsesionó realmente a los políticos y aunque Europa atravesaba un periodo de crisis económica y social y estaba al borde de la mayor revolución a escala continental de su historia, estaba claro que no se daban los fundamentos necesarios que respaldaran la convicción del Manifiesto de que se aproximaba el momento de derrocar el capitalismo (la revolución burguesa en Alemania iba a ser el preludio de la revolución proletaria que le sucedería). Al contrario. Como sabemos ahora, el capitalismo se disponía a comenzar su primer periodo de avance global triunfal.

Dos cosas contribuyeron a la fuerza del Manifiesto. La primera es su visión, incluso en el mismo comienzo de la marcha triunfal del capitalismo, de que este modo de producción no era permanente, estable, "el fin de la historia", sino una fase temporal de la historia de la humanidad, destinada como sus predecesoras a ser sustituida por otro tipo de sociedad (a no ser –y esta frase del Manifiesto no se ha estudiado con suficiente atención– que se derrumbara "sobre la ruina común de las clases contendientes"). La segunda es su reconocimiento de las necesarias tendencias históricas a largo plazo del desarrollo capitalista. El potencial revolucionario de la economía capitalista era ya evidente. Marx y Engels no pretendieron ser los únicos que lo reconocieran. Desde la Revolución Francesa algunas de las tendencias que observaron se imponían claramente. Por ejemplo el declive de las "provincias independientes o débilmente asociadas, con intereses, leyes, gobernantes y sistemas fiscales separados", ante los estados-nación "con un gobierno, un código de derecho, un interés nacional de clase, una frontera y un arancel aduanero. Sin embargo, al final de la década de 1840, lo que había conseguido la "burguesía" era mucho más modesto que los milagros que se le atribuían en El Manifiesto. Después de todo, en 1850 el mundo no producía más de 71.000 toneladas de acero (casi el 70% en Inglaterra) y se habían construido menos de 24.000 millas de ferrocarriles (dos tercios en Inglaterra y EE.UU.) Los historiadores no han tenido dificultad en demostrar que incluso en Inglaterra la Revolución Industrial (un término utilizado específicamente por Engels a partir de 1844) (xiv) apenas había creado un país industrial, ni siquiera en su mayor parte urbano antes de 1850. Marx y Engels no describieron el mundo ya transformado por el capitalismo en 1848; pronosticaron que el destino lógico del mundo sería que el capitalismo lo transformara.

 

Ahora, en el tercer milenio del calendario occidental, vivimos en un mundo en el que esta transformación ha producido. En cierto sentido prácticamente podemos ver la fuerza de las predicciones del Manifiesto incluso más claramente que las generaciones que vivieron entre el momento de su publicación y el actual. Porque hasta la revolución en el transporte y las comunicaciones posterior a la Segunda Guerra Mundial había limitaciones a la globalización de la producción, "al carácter cosmopolita de la producción y el consumo en todos los países". Hasta la década de 1970 la industrialización permaneció abrumadoramente confinada en sus regiones de origen. Algunas escuelas marxistas podrían incluso argumentar que el capitalismo, al menos en su forma imperialista, lejos de "obligar a todas las naciones a adoptar el modo de producción burgués, so pena de extinción" perpetraba o incluso creaba, por su naturaleza, el "subdesarrollo" en el llamado Tercer Mundo. Mientras un tercio del género humano vivía en sistemas económicos del modelo del comunismo soviético, parecía que el capitalismo nunca triunfaría en su empeño de obligar a todas las naciones a "convertirse en burguesas". No "crearía un mundo a su imagen". Otra vez, antes de la década de 1960 la predicción del Manifiesto de que el capitalismo conllevaba la destrucción de la familia aparentemente no se había producido, ni siquiera en los países occidentales avanzados donde hoy alrededor de la mitad de las personas nacen o crecen con madres solteras y la mitad de los hogares de las grandes ciudades está formada por una sola persona.

En resumen, lo que en 1848 le podría haber parecido a un lector no comprometido retórica revolucionaria -o en el mejor de los casos una predicción plausible– se puede leer actualmente como una caracterización concisa del capitalismo a finales del siglo XX. ¿De qué otro documento de 1840 podría decirse lo mismo?

 

IV

Sin embargo, si al final del milenio nos sorprende la visión aguda del Manifiesto sobre el futuro entonces remoto de un capitalismo masivamente globalizado, el fallo de otra de sus predicciones resulta igual de sorprendente. Ahora resulta evidente que la burguesía no ha producido "por encima de todo… sus propios sepultureros" dentro del proletariado. "La caída de la burguesía y la victoria del proletariado" tampoco han resultado "igualmente inevitables". El contraste entre las dos mitades del análisis del Manifiesto en la sección "Burgueses y Proletarios" exige una explicación más amplia transcurridos 150 años de lo que era necesario en su centenario.

El problema no reside en la visión de Marx y Engels de un capitalismo que necesariamente transformó a la mayoría de la gente que se ganaba la vida en este sistema económico en hombres y mujeres que para su propio sustento necesitaban ofrecer su mano de obra por jornales o salarios. Indudablemente lo ha hecho, aunque actualmente los ingresos de algunas personas teóricamente empleadas a cambio de un salario, como los directivos de empresa, difícilmente pueden considerarse proletarios. Tampoco mentían al creer que la mayoría de esa población trabajadora sería esencialmente fuerza de trabajo industrial. Aunque Gran Bretaña fue excepcional siendo un país en que los trabajadores manuales asalariados constituyeron la mayoría absoluta de la población, el desarrollo de la producción industrial requirió la entrada masiva de trabajadores manuales durante más de un siglo después del Manifiesto. Incuestionablemente éste ya no es el caso de la producción moderna de alta tecnología intensiva en capital, una evolución que no tuvo en cuenta el Manifiesto, aunque en sus estudios económicos más desarrollados el propio Marx imaginó el posible desarrollo de una economía con menos necesidad de mano de obra, al menos en una época post-capitalista (xv). Incluso en las viejas economías industriales del capitalismo, el porcentaje de personas empleadas en la industria manufacturera permaneció estable hasta la década de 1970, excepto en EE. UU., donde el declive se produjo algo antes. En realidad, con muy pocas excepciones –como las de Gran Bretaña, Bélgica y EE.UU.– en 1970 los trabajadores industriales constituyeron probablemente una proporción mayor de la población total ocupada del mundo industrializado y en vías de industrialización que se haya dado nunca antes.

En cualquier caso, el derrocamiento del capitalismo previsto por el Manifiesto no se basaba en la transformación previa de la "mayoría" de la población en proletaria, sino en la suposición de que la situación del proletariado en la economía capitalista era tal que una vez organizado en un movimiento de clase necesariamente político, podría tomar la iniciativa, agrupar en torno a él el descontento de otras clases y así conquistar el poder político como "el movimiento independiente de la inmensa mayoría en el interés de la inmensa mayoría". Así, el proletariado "se sublevaría para ser la clase dirigente de la nación… [y] constituirse en la nación" (xvi).

Como no se ha derrocado el capitalismo, tendemos a descartar esta predicción. No obstante, y aunque parecía absolutamente improbable en 1848, el levantamiento de movimientos organizados con base en la conciencia de la clase obrera estaba llamado a cambiar la política de la mayoría de los países capitalistas de Europa, lo que existía raramente fuera de Gran Bretaña. Partidos laboristas y socialistas emergieron en la mayor parte del mundo "desarrollado" en 1880, convirtiéndose en partidos de masas en Estados con la franquicia democrática que tanto habían ayudado a establecer. Durante y después de la Primera Guerra Mundial otra rama de los "partidos proletarios" siguió la senda revolucionara de los bolcheviques, otra rama se convirtió en los pilares que sustentaron el capitalismo democratizado. La rama bolchevique apenas tiene ya importancia en Europa occidental o se ha asimilado a la socialdemocracia. La socialdemocracia, tal como existía en los tiempos de Bebel e incluso de Clement Attlee, lucha en la retaguardia. No obstante, los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional, a veces con sus nombres originales, son aún potencialmente los partidos de gobierno de varios Estados europeos. Aunque esos gobiernos fueron menos frecuentes a principios del siglo XXI que a finales del XX, estos partidos han batido el record de continuidad como grandes agentes políticos durante más de un siglo.

En resumen, lo que está equivocado no es la predicción del Manifiesto del papel central de los movimientos políticos con base en la clase obrera (y aún en ocasiones éstos llevan específicamente el nombre de clase, como los partidos laboristas británico, holandés, noruego y australiano). Lo que está equivocado es la proposición: "De todas las clases que se enfrentan hoy a la burguesía, solo la proletaria es realmente revolucionaria", cuyo destino inevitable, implícito en la naturaleza y desarrollo del capitalismo, es el derrocamiento de la burguesía: "Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables".

Incluso en los notorios "años cuarenta del hambre", el mecanismo que debía conseguirlo –la inevitable pauperización (xvii) de los obreros– no resultó totalmente convincente; a menos que se basara en la suposición, improbable incluso entonces, de que el capitalismo estaba en su crisis final a punto de ser inmediatamente derrocado. Era un mecanismo dual. Además del efecto de pauperización en el movimiento obrero, se demostró que la burguesía no estaba "capacitada para gobernar porque es incompetente para asegurar la existencia a sus esclavos dentro de su esclavitud, ya que no puede evitar que se hundan hasta tal extremo que tiene que alimentarlos en vez de al contrario". Lejos de proporcionarle el beneficio que alimentara el motor del capitalismo, ahora la mano de obra se lo comía. Pero dado el potencial económico enorme del capitalismo, tan dramáticamente expuesto en el propio Manifiesto, ¿por qué fue inevitable que el capitalismo no pudiera proporcionar sustento, aunque miserable, a la mayor parte de la clase obrera o alternativamente que no pudiera permitirse un sistema de previsión social? ¿Ese "pauperismo" (en sentido estricto, ver nota 17) se desarrolla con mayor rapidez que la población y la riqueza"? (xviii). Si el capitalismo tenía una larga vida por delante como resultó obvio muy poco después de 1848, esto no tenía por qué ocurrir, y efectivamente no ocurrió.

La visión del desarrollo histórico de la "sociedad burguesa" del Manifiesto, lo que incluye a la clase obrera que la misma generaba, no condujo necesariamente a la conclusión de que el proletariado derrocaría al capitalismo y al hacerlo abriría el camino al desarrollo del comunismo, porque la visión y la conclusión no derivaban del mismo análisis. El objetivo del comunismo, adoptado antes de que Marx se hiciera "marxista", no derivaba del análisis de la naturaleza y el desarrollo del capitalismo, sino de un argumento filosófico –incluso escatológico– sobre la naturaleza humana y su destino. La idea fundamental de Marx a partir de entonces de que el proletariado era la clase que no podía liberarse a sí misma sin liberar al mismo tiempo a la sociedad en su conjunto, aparece primero como una "deducción filosófica, en lugar de ser producto de la observación" (xix). En palabras de George Lichtheim: "el proletariado apareció por primera vez en los escritos de Marx como la fuerza social necesaria para llevar a cabo los objetivos de la filosofía alemana", como lo expuso Marx en 1843 y 1844 (xx).

La "posibilidad positiva de la emancipación de Alemania", escribió Marx en la Introducción a la Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel, reside:

En la formación de una clase con cadenas radicales… una clase que sea la disolución de todas las clases, esfera de una sociedad que posea un carácter universal porque sus sufrimientos sean universales y sus reivindicaciones no sean derechos individuales porque el agravio cometido contra él no es un mal particular sino un mal en sí mismo… Esta disolución de la sociedad como una clase particular es el proletariado… La emancipación de los alemanes es la emancipación del ser humano. La filosofía es la cabeza de esta emancipación y el proletariado es el corazón. La filosofía no se puede reconocer a sí misma sin la abolición del proletariado y el proletariado no puede ser abolido sin que la filosofía devenga en una realidad (xxi).

Por entonces el conocimiento que Marx tenía del proletariado no iba más allá del hecho de que "estaba naciendo en Alemania sólo como consecuencia del creciente desarrollo industrial" y que éste era precisamente su potencial como fuerza liberadora, puesto que al contrario que las masas de pobres de la sociedad tradicional, era hijo de una "drástica disolución de la sociedad" y por tanto su existencia proclamaba la "disolución del orden mundial existente hasta entonces". Tenía aún menos conocimiento sobre los movimientos obreros, aunque sabía mucho de la historia de la Revolución Francesa.

En Engels encontró un socio que aportó a la sociedad el concepto de la "Revolución Industrial" y los conocimientos de la dinámica de la economía capitalista como realmente era en Gran Bretaña, más los rudimentos de un análisis económico (xxii), todo lo cual le indujo a predecir una futura revolución social, que sería fomentada por una clase obrera real a la que él conocía muy bien por el hecho de vivir y trabajar en Gran Bretaña al comienzo de la década de 1840. Los enfoques de Marx y Engels sobre "el proletariado" y el comunismo se complementaban mutuamente. Lo mismo ocurría con sus concepciones respectivas de la lucha de clases como motor de la historia (en el caso de Marx derivado principalmente de su estudio del periodo de la Revolución Francesa; en el caso de Engels por la experiencia de los movimientos sociales en la Gran Bretaña pos-napoleónica). No sorprende que "ambos estuvieran de acuerdo en todos los campos teóricos", en palabras de Engels (xxiii). Engels le aportó a Marx los elementos de un modelo que demostraba la naturaleza fluctuante y "autodesestabilizadora" del funcionamiento de la economía capitalista, en particular el esbozo de una teoría de las crisis económicas (xxiv) y el material empírico acerca del auge del movimiento obrero y del rol revolucionario que podría desempeñar en Gran Bretaña.

En la década de 1840 la conclusión de que la sociedad estaba al borde de la revolución resultaba plausible. Como lo era la predicción de que la clase obrera, aún siendo inmadura, la lideraría. Después de todo, a las pocas semanas de la publicación del Manifiesto, un movimiento de los trabajadores parisinos derrocó a la monarquía francesa y dio la señal revolucionaria a la mitad de Europa. No obstante, la tendencia del desarrollo capitalista a generar un proletariado esencialmente revolucionario no podía deducirse del análisis de la naturaleza del desarrollo capitalista. Era una posible consecuencia de este desarrollo, pero no podría señalarse como la única posible. Y aún menos podía demostrarse que el éxito de un derrocamiento del capitalismo por parte del proletariado abriera necesariamente la puerta al desarrollo del comunismo. (El Manifiesto sólo afirma que en ese momento se iniciaría un proceso de cambio muy gradual) (xxv). La visión de Marx de un proletariado cuya misma esencia lo destinara a emancipar a toda la humanidad y a poner fin a la sociedad de clases mediante el derrocamiento del capitalismo representa una esperanza deducida de su análisis del capitalismo, pero no una conclusión necesariamente impuesta por ese análisis.

A lo que el análisis del capitalismo del Manifiesto indudablemente puede llevar –especialmente cuando se adentra en el análisis de Marx sobre la concentración económica, que apenas se insinuaba en 1848– es a una conclusión más general y menos específica acerca de las fuerzas autodestructivas innatas en el desarrollo capitalista. Debe alcanzar un punto –y en 2012 no solo los marxistas están de acuerdo en esto– en que:

La sociedad burguesa moderna con sus relaciones de producción, intercambio y propiedad, una sociedad que ha suscitado medios de producción e intercambio tan gigantescos, es como el aprendiz de brujo que ya no puede controlar los poderes del mundo inferior… Las dimensiones del arco de la sociedad burguesa son demasiado estrechas para abarcar la riqueza que ha creado.

No sería irracional sacar la conclusión de que las "contradicciones" inherentes al sistema de mercado, sin más nexo de unión entre los seres humanos que el descarnado interés propio, el cruel "pago al contado", un sistema de explotación y de "acumulación interminable" que nunca se pueden superar; que a partir de cierto punto, mediante una serie de transformaciones y reestructuraciones el desarrollo de este sistema esencialmente "autodesestabilizador", conduzca a una situación que ya no se pueda describir como capitalismo. O citando al propio Marx, en que "la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo lleguen al final a un punto en que se hagan incompatibles con su integumento capitalista", y ese "integumento reviente en pedazos" (xxvi). El nombre por el que conozcamos la subsiguiente situación es indiferente. Sin embargo, como demuestran los efectos de la explosión económica del mundo en el medio ambiente mundial, tendrá que marcar necesariamente un giro brusco que lo aleje de la apropiación privada para pasar al control social a escala global.

Resultaría improbable que tal "sociedad post-capitalista" se pareciera a los modelos tradicionales del socialismo y aún menos al "socialismo real" de la era soviética. La forma que haya de tomar y hasta dónde encarnaría los valores humanistas del comunismo de Marx y Engels, dependería de la acción política a través la cual se produciría el cambio, ya que esto, como sostiene el Manifiesto, resulta fundamental para la conformación del cambio histórico.

 

V

En la visión marxiana, no importa cómo describimos ese momento histórico en que "el integumento reviente en pedazos", la política constituirá un elemento esencial. El Manifiesto se lee principalmente como un documento de inevitabilidad histórica y en efecto su fuerza se deriva en gran medida de la confianza que proporcionó a sus lectores saber que el capitalismo estaba inevitablemente destinado a ser enterrado por sus sepultureros y que ahora -y no en cualquier otro periodo histórico- han nacido las condiciones para la emancipación. Sin embargo, en contra de las más divulgadas hipótesis, si el Manifiesto alega que tal cambio histórico lo consigue el hombre haciendo su propia historia, no es un documento determinista. Las fosas han de ser cavadas por la acción humana o a través de ella.

Efectivamente es posible hacer una lectura determinista del argumento. Se ha sugerido que Engels tendía a hacerla más que Marx, con importantes consecuencias para el desarrollo de la teoría marxista y el desarrollo del movimiento obrero marxista tras la muerte de Marx. Sin embargo, y pese a que se citase como evidencia (xxvii) en los propios borradores de Engels, no se intuye esta lectura determinista en el Manifiesto. Cuando el Manifiesto sale del campo del análisis histórico y entra en el de la actualidad, se convierte en un documento de opciones y posibilidades políticas -no de probabilidades políticas- y en absoluto de certezas. Entre el "ahora" y el momento impredecible en el que "en el transcurso de la evolución", se produzca "una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno sea la condición del desarrollo libre de todos", está el campo de la acción política.

El cambio histórico a través de la praxis social y la acción colectiva constituye su núcleo. El Manifiesto contempla el desarrollo del proletariado como "la organización de los proletarios en una clase, y consecuentemente en un partido político". La "conquista del poder político por el proletariado" (la conquista de la democracia) es "el primer paso de la revolución obrera" y el futuro de la sociedad bascula sobre las acciones políticas posteriores del nuevo régimen (es decir, cómo utilizará el proletariado su supremacía política). El compromiso con la política es lo que históricamente distinguió al socialismo marxiano de los anarquistas y los sucesores de aquellos socialistas cuyo rechazo de toda acción política condena específicamente el Manifiesto. Incluso antes de Lenin, la teoría marxiana no trataba sólo de "la historia nos demuestra lo que pasa", sino también acerca de lo "que tenemos que hacer". Ciertamente la experiencia soviética del siglo XX nos ha enseñado que podría ser mejor no hacer "lo que se debe hacer" bajo condiciones históricas que imposibilitan virtualmente el éxito. Pero esta lección se podría haber aprendido también considerando las implicaciones del Manifiesto Comunista.

Pero entonces el Manifiesto -y ésta no es la menor de sus notables cualidades – es un documento que prevé el fallo. Esperaba que el resultado del desarrollo capitalista fuera "una reconstitución revolucionaria de la sociedad" pero, como ya hemos comprobado, no excluía la alternativa de "la ruina común". Muchos años después, otra investigación marxiana reformuló esto como la elección entre socialismo y barbarie. Cual de ambos prevalezca es una pregunta que el siglo XXI debe contestar.

 

Notas:

(i) Solo se han descubierto dos fragmentos de esos materiales –un plan para la sección III y el borrador de una página, Karl Marx Frederick Engels, Obras Completas, Vol. 6 (Londres 1976, páginas 576 y 577).

(ii) En vida de los fundadores eran: (1) Prefacio a la (segunda) edición alemana, 1872; (2) Prefacio a la (segunda) edición rusa, 1882, la primera traducción rusa de Bakunin apareció en 1869, comprensiblemente sin la bendición de Marx y Engels, (3) Prefacio a la (tercera) edición alemana, 1883; (4) Prefacio a la edición inglesa, 1888; (5) Prefacio a la (cuarta) edición alemana, 1890; (6) Prefacio a la edición polaca, 1892; y (7) Prefacio "A los lectores italianos", 1893.

(iii) Paolo Favil li, Storia del marxismo italiano . Dalle origini alla grande guerra (Milán 1996, páginas 252 a 254).

(iv) Me he basado en los datos del inestimable Bert Andréas, Le Manifeste Communiste de Marx et Engels. Histoire et Bibliographie 1848-1918 (Milán 1963)

(v) Datos de los informes anuales del Parteitage del SPD. Sin embargo no proporcionan datos cuantitativos acerca de las publicaciones previstas para 1899 y 1900.

(vi) Robert R. LaMonte, " The New Intellectuals", New Review II , 1914; citada por Paul Buhle en Marxism in the USA: From 1870 to the Present Day (Londres 1987), pág. 56.

(vii) Hal Draper, The Annotated Communist Manifesto (Centro para la Historia del Socialismo, Berkeley, California 1984), pág. 64.

(viii) El original alemán comienza esta sección con la discusión de das Verhältniss der Kommunisten zu den bereits konstituerten Arbeiterparteien… also den Chartiesten, etc. La traducción oficial en inglés de 1887, revisada por Engels, atenúa el contraste. Una interpretación más fiel sería comparar los "partidos obreros ya constituidos", como los cartistas, etc., con los que todavía no se habían constituido.

(ix) "Los comunistas no constituyen un partido separado opuesto a otros partidos de la clase obrera… No establecen principios sectarios propios para formar y moldear el movimiento proletario" (Sección II).

(x) La más conocida de éstas, subrayada por Lenin, fue la observación del prefacio de 1872 de que la Comuna de París había mostrado "que la clase obrera no puede simplemente tomar el control de la maquinaria del estado ya existente y utilizarla para sus propios fines". Después de la muerte de Marx, Engels añadió la nota al pie de página modificando la primera frase de la Sección I para excluir las sociedades prehistóricas del alcance universal de la lucha de clases. Sin embargo, ni Marx ni Engels se molestaron en comentar o modificar los pasajes económicos del documento. Si Marx y Engels consideraron realmente un Umarbeitung oder Ergänzun más desarrollado del Manifiesto (Prefacio a la edición alemana de 1883) resulta dudoso, pero no hay duda de que la muerte de Marx hizo que esa revisión fuese imposible.

(xi) Compárese el pasaje de la Sección II del Manifiesto ("¿Requiere una intuición profunda comprender que las ideas, puntos de vista y concepciones del hombre, en otras palabras, que la conciencia del hombre cambie con cada cambio de las condiciones de su existencia material, de sus relaciones sociales y de su vida social?") con el pasaje correspondiente en el Preface to the Critique of Political Economy ("No es la consciencia de los hombres lo que determina su existencia sino, al contrario, es su existencia social la que determina su conciencia").

(xii) Aunque ésta es la versión inglesa aprobada por Engels, no es una traducción estrictamente correcta del texto original: Mögen die herrschenden Klassen vor einer kom-munistischen Revolution zittern. Die Proletarier haben nichts in ihr, (es decir "en la revolución") zu verlieren als ihre Ketten".

(xiii) Para un análisis estilístico, vea S.S. Prawer, Karl Marx and World Literature (Verso, Nueva York 2011), páginas 148 y 9. Las traducciones del Manifiesto que conozco no tienen la fuerza literaria del texto original en alemán.

(xiv) En "Die Lage Englands. Das 18.Jahrhundert" (Obras de Marx y Engels I, páginas 566 a 568)

(xv) Ver, por ejemplo, la discusión sobre Fixed capital and the development of the productive resources of society en los manuscritos de 1857 y 1858. Obras completas, vol. 29 (1987), páginas 80 a 99.

(xvi) La frase alemana "sich zur nationalen Klasse erheben" tenía connotaciones hegelianas que la traducción inglesa autorizada por Engels modificó, probablemente porque pensó que los lectores no lo comprenderían en la década de 1880.

(xvii) Pauperismo no debería leerse como sinónimo de "pobreza". Las palabras alemanas, tomadas del inglés, son pauper (persona indigente… que vive de la beneficencia o de alguna provisión pública": Diccionario del siglo XX de Chambers) y pauperismus (calidad de indigente).

(xviii) Paradójicamente, algo parecido al argumento marxiano de 1848 es el término utilizado ampliamente por los capitalistas y los gobiernos del libre mercado para demostrar que las economías de los estados cuyo PIB se doblan cada pocas décadas estarán en bancarrota si no se suprimen los sistemas de redistribución de las ganancias (estado del bienestar, etc.), implantados en tiempos de menor abundancia, y en los que aquellos que obtienen ingresos mantienen a los que no los tienen.

(xix) Leszek Kolakowski , Main Curretns of Marxism, vol. 1, The Founders (Oxford 1978), página 130.

(xx) George Lichtheim, Marxism (Londres 1964), página 45.

(xxi). Obras Completas, Vol. 3 (1975), páginas 186 a 187. En este pasaje he preferido en general la traducción de Lichtheim, Marxism. El vocablo alemán que traduce como "clase" es "Stand", que hoy resulta engañosa.

(xxii) Publicado como Outlines of a Critique of Political Economy en 1844 (Obras completas, vol. 3, páginas 418 a 443)

(xxiii) " On the History of the Communist League" (Obras Completas, vol. 26, 1990), página 318.(xxiv) "Outlines of a Critique" (Obras completas, vol. 3, página 433 y siguientes). Parece proceder de escritores británicos radicales, principalmente John Wade, History of the Middle and Working Classes (Londres 1835), a quien se refiere Engels en relación con esto.

(xxv) Esto es incluso más evidente en las formulaciones de Engels que constituyen de hecho dos borradores del Manifiesto Draft of a Communist Confession of Faith" (Obras Completas, vol. 6, página 102) y Principles of Communism (Ibíd., página 350)

(xxvi) From Historical Tendency of Capitalist Accumulation en Capital, vol. 1 (Obras Completas, vol. 35, 1996), página 750.

(xxvii) Lichtheim, Marxism, páginas 58 a 60

lunes, 3 de diciembre de 2012

¿ES POSIBLE EL INTERCAMBIO SIN DINERO?. Algunas reflexiones a propósito del 1er Trueke: ¡Otra forma de relacionarnos es Posible!




"La forma de valor, cuya figura acabada es la forma de dinero,

es sumamente simple y desprovista de contenido"

 

["Abandónese aquí todo recelo/

Mátese aquí cualquier vileza." (Dante)]

 

Karl Marx

 



Cuando convocamos a participar en el 1er TRUEKE de Estudios Políticos y Economía Política, lo hacemos como excusa para motivar el debate, la reflexión y la crítica fundada en los juicios científicos, en un espacio como nuestra querida Casa de los Saberes, en donde aspiramos que no pocas veces surjan iniciativas de corte formativo y organizativo que aporten a la construcción socialista.


Ahora bien, es necesario contextualizar un poco la convocatoria para que no se preste a equívocos. No pretendemos desafiar 2.000 años de historia por mero capricho, ni mucho menos hacer girar la rueda de la historia hacia atrás, a través de la práctica del TRUEKE invitamos, en animo de aspiración, al ejercicio de explorar críticamente las formas de intercambio que sirven de base a la moderna sociedad capitalista.


Creemos que para entender el estado de cosas actuales y específicamente el complejo modo de producción capitalista, se hace necesario comprender la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna. Este ejercicio es posible sólo en una perspectiva de crítica de la economía política y retomando una lectura concienzuda de Karl Marx; no por moda, no por obligación, sino más bien como el descubrimiento de una poderosísima herramienta teórica que posibilita la interpretación de la realidad actual y el devenir de nuestro accionar político.


Es por ello que al platear una actividad como el TRUEKE, nos resulta imposible no hacer referencia a la ley del valor o teoría del valor-trabajo, lo que nos conduce directamente a un debate marxista sobre la vigencia o no de dicho planteamiento teórico. Sin ninguna duda tomamos partido y nos inscribimos entre quienes entienden la crisis actual del capitalismo como resultado de condiciones inherentes al propio sistema, en este caso, la propia ley del valor.


Ahora bien, la propuesta es entender a Marx desde una lectura militante, no escolástica, mucho menos dogmática, en tal sentido, y en referencia a la ley del valor, nos preguntamos: ¿Qué es los que hacemos cuando intercambiamos una cosa por otra cosa? ¿Cómo es que una cosa se puede intercambiar por otra cosa? ¿Es posible el intercambio sin el dinero?

En este aspecto es donde el discurso teórico de Marx cobra una fuerza extraordinaria, al colocar al trabajo como fuente del valor de las cosas que circulan en este complejo mundo, es decir, no es cualquier cosa, sino de las cosas bajo la forma mercancía, forma celular económica del modo de producción capitalista. En tanto que son resultado del trabajo humano, dichas mercancías, adquieren un especie de pasaporte que además de permitirle viajar desde las fábricas hacia los contenedores, puertos y demás centros comerciales, hace posible el proceso del intercambio por la misma y única forma de compatibilidad, que no es otra, sino que todas poseen la misma y única sustancia de valor, es decir, trabajo humano. Pero no todas poseen la misma cantidad de sustancia de valor, existen distintas magnitudes de tiempo de trabajo para producir el cumulo de objetos representados en el mundo de la mercancías.


Entonces podemos definir al valor como una propiedad social de las mercancías, en tanto que todas, son resultado del trabajo humano, y por tanto se intercambian por su valor. Esta propiedad de las mercancías es diferente a los precios, pues estos se fijan en el mercado. A través del desarrollo de la forma de valor, el mundo de las mercancías le asigna el rol de servir de espejo de todas las demás a una mercancía en especial, donde todas pueden reflejar su valor, adquiriendo esta la forma de equivalente general o forma de dinero. La cuestión es que en la moderna sociedad burguesa el trabajo adquiere la forma de trabajo enajenado, alienado.


Ahora en forma muy breve tenemos los argumentos para responder las preguntas planteadas: cuando intercambiamos lo que hacemos es cambiar trabajos (no lo sabemos pero lo hacemos), las cosas se intercambian por su valor en correspondencia a que son sustancia y poseen magnitudes de valor, el dinero es una construcción social que posibilita una forma desarrollada y moderna de intercambio.


Los esperamos entonces el 07 de diciembre de 2012 en los espacios abiertos del piso 3, Sede Chaguaramos de la UBV, donde tendremos la oportunidad de encontrarnos para compartir foros y otras actividades, donde podremos debatir estos argumentos y sobre todo abrir el espacio para invitarlos a pensar con autonomía y por sus propios medios, sobre la vigencia de la ley del valor, y formas alternativas de resistencia al capitalismo actual.





viernes, 16 de noviembre de 2012

1er TRUEKE: Economía Política y Estudios Polìticos

La idea es crear un espacio de intercambio (sin dinero) de bienes, servicios y saberes entre personas diversas; donde nuestra única moneda de cambio es el diálogo.

 

Buscamos reavivar la dialéctica entre nosotrXs y cambiar el ¿cuánto cuesta? por el ¿que necesitas?

 

Crear la curiosidad por esta idea que se abandono hace tanto tiempo y que puede formar parte del día a día.

 

Integrar a diversos sectores de nuestra Universidad, que comúnmente no interactúan, reconocernos todxs dentro de un mismo espacio, tanto quienes hacen vida en el piso 3, como la Comunidad Ubvista en general.



jueves, 15 de noviembre de 2012

Lenguaje del Intercambio Comunal

La Ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular, además de un nuevo sistema de producción del Gobierno de Venezuela, establece un nuevo lenguaje para definir el intercambio comunal.

Estos son los términos que, según el artículo 5 de la ley, deberán manejar las comunidades que quieran incorporarse al modelo y poder, así, disponer de su propia moneda.

» Modelo socioproductivo comunitario: sistema de producción, transformación, distribución e intercambio socialmente justo de saberes, bienes y servicios de las distintas formas organizativas surgidas en la comunidad.

» Trabajo colectivo: actividad organizada y desarrollada por los miembros de las distintas formas organizativas, basada en relaciones de producción no alienada, propia y auténtica.

» Brigadas de producción, distribución y consumo: grupo de personas que desarrollan una actividad y que apoyan recíprocamente a otros semejantes, garantizando el equilibrio justo de las actividades socioproductivas para el desarrollo y fomento de la economía popular.

» Prosumidores: se refiere a las personas que producen, distribuyen y consumen bienes o servicios y participan voluntariamente en los sistemas alternativos de intercambio solidario, con espíritu social, para satisfacer sus necesidades y las de otras personas de la comunidad.

» Trueque comunitario directo: es la modalidad de intercambio directo de saberes, bienes y servicios con valores mutuamente equivalentes, sin necesidad de un sistema de compensación o mediación.

» Trueque comunitario indirecto: es la modalidad de intercambio directo de saberes, bienes y servicios con valores distintos que no son mutuamente equivalentes. Requieren de un sistema de compensación o de mediación, a fin de establecer de manera explícita relaciones equivalentes entre dichos valores diferentes.

» Mercados de trueque comunitario: son espacios locales destinados periódicamente al intercambio justo y solidario de saberes, bienes y servicios.


1er TRUEKE: Economía Política y Estudios Polìticos


lunes, 12 de noviembre de 2012

“Crédito y dinero en Marx (ideas monetarias de la sección V de el Tomo III de El capital)”: Alejandro Dabat



I. INTRODUCCIÓN

A) Contenido de la Sección V del Libro III

El presente trabajo pretende exponer las ideas monetarias incluidas en la sección V del tomo III de "El Capital", que vienen a completar la teoría del dinero formulada por Carlos Marx. Dicha teoría es expuesta en sus aspectos generales en la sección primera del libro primero y desarrollada en el libro segundo que trata de la circulación del capital1, para concretarse en la sección que vamos a exponer.

El objetivo de la sección V del libro tercero, es el estudio del capital-dinero de préstamo y sus consecuencias económicas generales. En ella Marx entra en el análisis específico de una y fundamental categoría económica que introduce en el estudio de los fenómenos del crédito, sus formas o instrumentos, y las relaciones sociales específicas que se desarrollan a partir de él. Se trata de una de las secciones más concretas de El capital, la única que se detiene con alguna persistencia en los fenómenos del ciclo y las crisis, la que más insiste en el análisis de las formas económicas particulares que adquiere la socialización de la producción bajo el capitalismo, "como formas de transición del modo capitalista de producción al de producción asociado". Es también la sección que estudia detenidamente las relaciones reciprocas que existen entre el capital-dinero a interés y el capital-productivo; correlación decisiva para entender los fenómenos del ciclo económico, el desarrollo ulterior del capital financiero o la exportación de capitales.

El problema del dinero aparece permanentemente en toda la sección. No solamente parte de él (dinero actuando como capital y como mercancías), sino que, además sus tres últimos capítulos se refieren a problemas específicamente monetarios. En la sección se analizan por primera vez problemas tales como el dinero-comercial y el dinero-bancario, se completa e integra el papel de la banca, que apenas si había sido esbozado en una de sus funciones en el capítulo 19 del mismo libro III, y se aborda el problema de los cambios internacionales.

Sin embargo, esta predominancia del tema monetario no debe llevar a confusiones. No se trata de una sección monetaria, al estilo del capitulo 3 del libro I. No solo porque Marx jamás separa el estudio del dinero del de las mercancías, el capital y el conjunto de las relaciones de producción y cambio que se hallan en su base, sino porque la sección V del libro tercero implica la apertura de un nuevo campo de estudio de la racionalidad económica capitalista teóricamente autónomo en relación a los demás. Así como en la sección primera la irrupción de la mercancía fuerza de trabajo en el universo abstracto de las mercancías, significó la primera ruptura teórica y el elevamiento del análisis a una nueva racionalidad superior (la de la plusvalía y el capital), la aparición de la "mercancía capital-dinero" tiene una significación metodológica similar. "Todas las condiciones que encontramos en este caso -escribe Marx- serán, por consiguiente irracionales desde el punto de vista de la mercancía o inclusive desde el capital-mercancía en el proceso de reproducción.

A efectos expositivos, se agruparán los distintos capítulos en unidades temáticas, conforme el siguiente criterio: 1) Los primeros cuatro capítulos (problemas generales del capital-dinero a crédito) se estudiarán conjuntamente; 2) Lo mismo sucederá con los tres siguientes capítulos (25 a 27) referentes al crédito en general y el crédito bancario en particular; 3) El capitulo 28 (crítica a las concepciones de los economistas ingleses Tooke y Fullarton se estudiará por separado; 4) Igualmente se estudiará por separado al capitulo 29 (componentes del capital bancario), que es el único que estudia en particular a la categoría del "capital ficticio"3; 5) Los capítulos 30 a 32 desarrollan un mismo tema y fueron agrupados por Engels bajo un mismo título (Capital-dinero y capital real), por lo que se exponen como unidad; 6) Los capítulos 33 (medios de circulación en el sistema de crédito), 34 (legislación bancaria inglesa y sus fundamentos teóricos) y 35 (metales preciosos y cambios internacionales) serán desarrollados en un único capitulo que tratará los problemas monetarios concretos; 7) Finalmente, también se considerara por separado al capitulo 36 referido a problemas históricos, y que por tal razón constituye una evidente unidad temática.

SUMARIO

I. INTRODUCCIÓN

A) Contenido de la Sección V del Libro III ……………………………….…………….3.
B) Fase del capitalismo estudiada por Marx …………………………………………….4
C) Dificultades formales de la sección…………………………………………………….7

II. EL CAPITAL A INTERES

A) El capital productor de interés……………………………………………………..….9
B) División de la ganancia y Tasa de interés …………………………………………….12
C) El capital productor de interés, forma alienada de la relación capitalista……………16
Nota anexa: Sobre el concepto de "Capitalista Financiero" utilizado en la traducción de ed.
Cartago (Floreal Mazia)…………………………………………………………………17

III. EL CRÉDITO

A) Crédito y Capital ficticio…………………………………………………………….19
B) Acumulación de capital dinero………………………………………………………22
C) El papel del crédito en la producción capitalista…………………………………….25

IV. MEDIOS DE CIRCULACIÓN Y CAPITAL (Crítica a las concepciones de Tooke y
Fullarton)

A) Significación de Tooke y Fullarton………………………………………………….29
B) Crítica a Tooke………………………………………………………………………30
C) Crítica a Fullarton……………………………………………………………………33

V. CAPITAL BANCARIO Y CAPITAL FICTICIO

A) Capital bancario y sus componentes…………………………………………………35
B) Capital ficticio y capitalización………………………………………………………36

VI. CAPITAL DINERO Y CAPITAL REAL

A) Capítulo 30…………………………………………………………………………..38
B) Capítulo 31…………………………………………………………………………..42
C) Capítulo 32…………………………………………………………………………..44

VII. PROBLEMAS MONETARIOS PARTICULARES

A) Los medios de circulación……………………………………………………………49
B) Ideas monetarias de Ricardo y legislación bancaria inglesa…………………………52
C) Metales preciosos y tasas de cambio…………………………………………………55

Crédito y dinero en Marx (ideas monetarias de la sección V de el Tomo III de El capital)


jueves, 8 de noviembre de 2012

Política ambiental de los países “progresistas” en Latinoamérica:

olítica ambiental de los países "progresistas" en Latinoamérica:

Buen vivir vs. Neo-extractivismo

Rebecca Hollender
 


Los gobiernos progresistas de Latinoamérica, principalmente Bolivia y Ecuador (con cierto nivel de apoyo desde Venezuela, Nicaragua, Cuba, Argentina y Perú) han introducido un nuevo concepto al debate sobre modelos alternativos de desarrollo que resuena desde los Andes y la Amazonía hasta los Alpes: el concepto del Buen Vivir [1]. La propuesta de construcción de un nuevo sistema socio-político-económico sobre los principios de Buen Vivir y el rechazo del modelo neoliberal que llevó a los países industrializados a la opulencia ha formado la plataforma electoral de los actuales presidentes Rafael Correa y Evo Morales. Además, les ha llevado a destacarse internacionalmente por su liderazgo socio-ambiental y su potencial para construir alternativas viables al sistema capitalista devastador e insostenible.

Pero mientras las academias europeas estudian y debaten el concepto del Buen Vivir, la sociedad civil de estos países, que tanto apoyó la llegada al poder de los gobiernos "progresistas" y la construcción (desde lo ancestral) de las propuestas que alimentan la visión moderna de Buen Vivir, se desilusionaba con las contradicciones que estaban ocurriendo entre el discurso y la práctica. Poco a poco llegó a ser innegable la orientación de estos gobiernos hacia un modelo neoextractivista, que sólo contempla unos pocos avances sobre lo que le precedía: el modelo clásico extractivista que, desde hace quinientos años, ha dejado una estela de devastación social y ambiental y una dependencia económica de los países en la exportación de materiales primas.

Abandono del camino al buen vivir

Los gobiernos progresistas de Latinoamérica, en lugar de realizar una transición para alejarse del modelo extractivista y la herencia subsecuente de ruina ambiental, exclusión social, desigualdad, dependencia económica y erosión de soberanía estatal, han optado por el neoextractivismo. Este modelo se diferencia de la etapa previa por una mayor participación y regulación por parte del Estado: incremento en regalías recibidas desde las empresas transnacionales y cambios en la redistribución (principalmente a través de bonos sociales) de las ganancias de la extracción masiva de recursos naturales no-renovables y no-procesados [2]. El poder e influencia de las empresas transnacionales y los gobiernos que les apoyan no ha cambiado mucho, y menos aún el cumplimiento de estas instancias con normativas sociales y ambientales. A pesar de las políticas de nacionalización de algunas empresas privadas de extracción y producción, estas siguen apuntando sus ingresos en el corto plazo, basando sus operaciones en la rápida explotación y exportación del recurso sin invertir en infraestructura o exploración. Además, siguen disfrutando de condiciones óptimas y preferenciales para su inversión y operación.

Por otro lado, estos gobiernos están cediendo más aún a nuevas influencias que deterioran el marco normativo de los países, alejándolo del Buen Vivir. Tomando el ejemplo de Bolivia, han creado un marco normativo favorable para la expansión de la frontera agrícola en la Amazonía, la explotación de recursos naturales en áreas protegidas y la apertura del país a organismos genéticamente modificados. Todas estas actividades representan una amenaza al logro de los principios fundamentales del Buen Vivir en Bolivia, como los Derechos de la Madre Tierra, la soberanía y seguridad alimentaria y el derecho al agua [3].

El descontento de la sociedad civil frente a estas violaciones de sus derechos humanos, constituciones y esfuerzos de construir y vivir formas alternativas se refleja en el creciente rechazo del modelo neoextractivista y las discrepancias entre el discurso y las acciones de los gobiernos. La sociedad civil se está manifestando cuestionando el poder de los líderes con los cuales lucharon en sus procesos políticos. La respuesta de los gobiernos frente al aumento de la oposición social confirma su apuesta por el neoextractivismo y el abandono del camino hacía el Buen Vivir: criminalizan y deslegitiman todo tipo de oposición de grupos indígenas, movimientos sociales y ONG, incrementan el control, monitoreo y censura de estos actores y hasta ejercen la violencia física. Es más, los criticados bonos sociales, que representan una medida de corto plazo para redistribuir las ganancias de actividades extractivistas hacia programas sociales, sin enfrentar las causas estructurales que hacen necesario esas programas, llegan a ser la mayor herramienta de los gobiernos para defender y justificar el incremento del extractivismo. Mientras, el Estado se hunde más aún en la dependencia de estas actividades a pesar de sus impactos catastróficos sociales y ambientales [4].

A pesar de que los gobiernos de Bolivia y Ecuador han abandonado el camino hacía el Buen Vivir en la práctica (en el discurso continúa), esta propuesta ha llamado la atención de personas y movimientos del mundo entero que están en búsqueda de alternativas viables al modelo convencional basado en el consumismo y crecimiento económico ilimitado.

¿Pero qué es exactamente el Buen Vivir? No hay una sola definición. Como nos muestran claramente Gudynas y Acosta [5] el Buen Vivir es una propuesta en plena construcción que incorpora y está abierto a una pluralidad de conceptos donde los saberes indígenas se encuentran con la sociedad occidental. Existen varias versiones e interpretaciones del Buen Vivir, como las que se encuentran en las constituciones de Bolivia y Ecuador. Entre los puntos que tienen en común están: el enfoque en el bienestar de las personas y una "plenitud de vida", la necesidad de convivir con un nuevo tipo de relación con la Naturaleza que reconoce su valor intrínseco y limitaciones físicas, y cambiar el rol, posición y mecanismos del mercado y las formas de relacionarnos económicamente. Más fácil que definir el Buen Vivir es identificar lo que no es: el Buen Vivir no es un nuevo modelo de desarrollo, sino una alternativa al desarrollo que va más allá del mismo concepto de desarrollo, concepto que ha sido degradado y manipulado en los últimos 40 años hasta llegar a su extremo perverso actual, en el cual sirve como herramienta de empresas transnacionales, instituciones multilaterales, gobiernos y la elite económica para defender y justificar el consumismo y crecimiento económico a todo costa. El concepto de desarrollo reaparece cada cierto tiempo junto a nuevos términos para asociarlo a características de respeto ambiental y social como lo que fue el desarrollo sostenible y lo que ahora es la economía verde.

Economia verde: otra estrategia para enverdecer el extractivismo

Los planes de reestructuración económica, la ineficacia de la Responsabilidad Social Corporativa en garantizar que las empresas transnacionales respeten el medio ambiente, los derechos humanos y leyes de los países donde operan y el fracaso del llamado "desarrollo sostenible" en mejorar los problemas de desigualdad, exclusión y pobreza sin empeorar el deterioro del medioambiente demuestran que los principios neoliberales y el crecimiento económico no llevan al progreso que busca la mayoría [6]. Sin embargo, a pesar de las obvias y múltiples pruebas, constatadas a lo largo de décadas, que demuestran que el mercado no representa la solución a las metas sociales de desarrollo ni que el crecimiento económico, y el consumo ilimitado, son posibles en un planeta con recursos finitos, las empresas transnacionales, gobiernos y elites que se benefician de estas ideas siguen buscando nuevas maneras de hacer incuestionable la singularidad del crecimiento económico como solución a las múltiples crisis a la que nos enfrentamos.

Así, en el mes de junio de 2012, en Río de Janeiro (Brasil), en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), se buscará aprobar un nuevo término: la "economía verde". Igual que la Responsabilidad Social Corporativa ha sido utilizada para el lavado verde de las empresas transnacionales, la "economía verde", pretende hacer lo mismo, pero ahora con un respaldo institucional mucho más extenso: empresas transnacionales, gobiernos, agencias de cooperación, instituciones multilaterales y hasta la misma ONU. Estos actores están cada vez más alineados y aliados para garantizar las ganancias y aumentar el poder del sector privado. A través de los mecanismos de la "economía verde", como la valorización y la internalización de "capital natural" en la economía (léase mercantilización y privatización de la naturaleza y servicios ambientales), inversiones en nuevas "tecnologías verdes" (con enormes riesgos ambientales) y un enfoque en la reducción de emisiones (sin priorizar el equilibrio ecológico) estos poderes económicos renovarán el modelo que les mantienen, a la vez de aumentar su potencial para nuevas ganancias desde la explotación y privatización de la naturaleza e inversiones en el sector verde [7].

Brasil es un actor crucial en Latinoamérica, y en el mundo, en la conformación y promoción de las propuestas que componen la "economía verde", a la vez de jugar el rol de modelo para la puesta en práctica de los principios de este nuevo concepto. El modelo que está implementando Brasil ha permitido que sea una potencia económica en América Latina (aunque también ha determinado que sea el país con mayor desigualdad en la región) y está resultando en una serie de catástrofes ambientales y sociales [8] . Además, para poder satisfacer la demanda insaciable de recursos naturales y energía que alimenten sus industrias y mercados, Brasil (y China [9]) está ejerciendo su influencia, conjuntamente con empresas brasileras, bancos de desarrollo e instituciones multilaterales, sobre los demás países de la región. Sus políticas en América Latina incluyen la apertura de mercados a productos brasileros, la promoción y financiamiento de una serie de megaproyectos para la generación de energía y transporte de productos, la expansión de la frontera agrícola y el acceso a materias primas. El requerimiento de Brasil de grandes cantidades de materias primas y el impulso de las mencionadas políticas incentivan a países como Bolivia y Ecuador a seguir basando sus economías en el neoextractivismo, en detrimento de sus sociedades, el medioambiente y el avance hacia el concepto suscrito por estos gobiernos, el Buen Vivir [10].

La viabilidad del buen vivir

Frente a los escenarios de la "economía verde", la presión desde Brasil, y la tendencia de los gobiernos progresistas de abandonar sus discursos y principios a favor del neoextractivismo, existe la urgente necesidad de una población concienciada y movilizada para rechazar todo aquello que favorece este modelo: el consumismo ilimitado y el crecimiento económico a todo costa. Es necesario formar a una población para construir y llevar adelante nuevas alternativas viables más allá del concepto de desarrollo, como es el Buen Vivir.

La viabilidad del Buen Vivir viene de su capacidad de ir más allá del crecimiento económico como sinónimo, mecanismo e indicador del desarrollo y de aceptar la realidad y limitaciones físicas de los ecosistemas y el carácter finito de los recursos naturales de nuestro planeta. Su viabilidad, igualmente, viene de su capacidad de reconocer que la diversidad no solo es importante en la Naturaleza, sino en nuestras sociedades y culturas también. Su base se asienta en la priorización del equilibrio con la Naturaleza, el respeto a los derechos humanos y la redefinición de la relación con el mercado. Por ello, el Buen Vivir nos ofrece la flexibilidad de construir alternativas desde el nivel local y regional.

Quizás más importante que la potencia y el potencial conceptual del Buen Vivir es su viabilidad de llevar el debate a la práctica [11]. En Bolivia, Ecuador y varios otros países de Latinoamérica y el mundo, movimientos sociales, pueblos indígenas y comunidades conscientes están llevando a la práctica alternativas que entran dentro del marco del Buen Vivir. Entre estas alternativas existen modelos de gestión de recursos naturales locales, modelos locales/regionales de producción y consumo de alimentos ecológicos, la revalorización y uso de saberes tradicionales y ancestrales, el trueque, redes de apoyo mutuo comunitario basado en necesidades locales y la provisión de servicios básicos (educación, salud, etc.), la formación de cooperativas comunitarios industriales y para servicios financieros, etc.

Lamentablemente, la sostenibilidad en el largo plazo de cada una de estas alternativas está amenazada por la invasión continua del modelo capitalista y sus intentos de maquillarse con el nuevo paquete de la "economía verde", lo cuál no propone los cambios estructurales necesarios para tratar los temas de fondo de las múltiples crisis. También, los mismos gobiernos "progresistas", a pesar del discurso en favor del Buen Vivir, una propuesta que rechaza el crecimiento económico como indicador del bienestar de la población, en la práctica se siguen favoreciendo los intereses que promueven y se benefician de este modelo. Los gobiernos de Bolivia y Ecuador se alejan cada vez más de su retórica y dependen económicamente de la extracción y exportación de sus recursos naturales, lo cuál significa la continuación del saqueo y devastación que empezó con la llegada de la colonia española hace más de 500 años.

Lo bueno es que los círculos de debate y construcción ya existen y la comunidad internacional está debatiendo la propuesta del Buen Vivir, lo cual facilita un idioma y unos conceptos en común para construir propuestas y alternativas entre sociedades y tiempos, empoderando la construcción de modelos desde lo local. Muchas propuestas nacen como resistencia, o como forma de sobrevivir frente al modelo actual, pero todos van creciendo y adquiriendo apoyo e iniciativa propia.


Rebecca Hollender, del Grupo de Trabajo sobre Cambio Climático y Justicia (Bolivia).

El presente artículo fue el ensayo final del curso online Repensar el desarrollo: Cooperación, derechos humanos y empresas transnacionales impulsado por OMAL y que se desarrolló del 16 de abril al 11 de mayo de 2012 para alumnado de Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Colombia.


* Notas

[1También conocido como Vivir Bien, sumak kawsay (en Kichwa y Quechua) y suma qamaña (en Aymara).

[2Eduardo Gudynas, Behind New Extractivism: New Attitudes, Old Development, Presentación para seminario Environmental Politics in Bolivia: Buen Vivir vs. New Extractivism, New York University, 24 abril de 2012.

[3Dos casos concretos de nuevas normativas aprobadas por el Gobierno boliviano que contradicen los principios constitucionales del Buen Vivir son: la Ley de la Revolución Productiva Comunitaria Agraria 2011 y la entrega, exploración y, en algunos casos, explotación de concesiones petroleras en áreas protegidas (Parque Nacional Madidi, Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure, Parque Nacional Aguarague).

[4Eduardo Gudynas, "Debates sobre el desarrollo y sus alternativas en América Latina: Una breve guía heterodoxa", en Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Más allá del desarrollo, Fundación Rosa Luxemburgo y Abya Yala, 2011. Y Raúl Prada Alcoreza, Crítica a la economía política del extractivismo, diciembre 2012.

[5Eduardo Gudynas y Alberto Acosta, "La renovación de la crítica al desarrollo y el buen vivir como alternativa", The Journal of Sustainability Education, 19 marzo de 2012.

[6Que el concepto de desarrollo ni entra en el idioma de los pueblos indígenas es muestra de la irrelevancia que el modelo de desarrollo convencional tiene para numerosas poblaciones.

[7Sandra Guzman, "Transición hacia una economía verde: de la forma al fondo", y Silvia Ribeiro, "Los verdaderos colores de la economía verde" en Especial de Alai El cuento de la economía verde, septiembre y octubre de 2011.

[8En su presentación "El cuento de la economía verde o como no solucionar la crisis", 12 abril 2012, Cochabamba (Bolivia), Camila Morena desmitifica las virtudes de la "economía verde" con una serie de ejemplos que demuestran sus impactos devastadores sociales y ambientales en Brasil. Por ejemplo: la expulsión de comunidades de sus territorios y prohibición de acceso a sus recursos naturales debido a la creación de reservorios de carbono que fundamentan los bonos de carbono en las bolsas de valores, el aumento en contaminación y emisiones de gases de efecto invernadero resultando de proyectos industriales y extractivistas promocionados y subvencionados pero sin actualmente cumplir con criterio verde, el reemplazo de bosques nativas con plantaciones de especies genéticamente modificados más eficientes en la captura de carbono, etc.

[9Un análisis de las actividades, rol e influencia de China en la región es fuera del alcance de este artículo.

[10Entre los impactos de estas políticas son la desplazamiento de miles de personas y comunidades, la pérdida de biodiversidad y diversidad cultural, la contaminación del medioambiente, crisis energéticas internas debido a la exportación de recursos y energía, el aumento en la desigualdad, exclusión y pobreza de la población, la violación de Derechos Humanos, el atentado contra la soberanía y derecho de autodeterminación de los países, la dependencia económica de los países en un modelo exportador insostenible y la participación de ciudadanos en la construcción de sus propios modelos de vida, etc.

[11Eduardo Gudynas y Alberto Acosta, Op. Cit.

 

Fuente: http://omal.info/spip.php?article4661

 





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Dubraska Hernández Gutiérrez
@DubraskaesLibre