El gobierno bolivariano está arremetiendo contra la “propiedad privada” con el interés de politizar la economía mediante las expropiaciones al sector privado.
Lo anterior, produce un escenario poco óptimo para que las inversiones vengan a Venezuela y estimulen la actividad económica y la creación de empleos. En este sentido el Economista Isaac Mencía nos dice lo siguiente:
“¿Qué consecuencias económicas tendrá las expropiaciones de tierras y de empresas privadas? Las consecuencias ya están a la vista: ocasionan crisis económica expresada en caída de la producción de bienes y servicios, deterioro profundo de los servicios públicos, entre otras razones, por desvío de recursos públicos al mantenimiento de empresas estatales ineficientes e improductivas…”[2] Uno de los principales expositores en materia económica, el economista José Guerra, afirma que: “Cada vez cobra más fuerza una interpretación que sugiere que la dirección y el curso de la economía venezolana en realidad se encamina hacia una forma especial, el capitalismo de Estado”[3].
Para este grupo de economistas comprometidos con el gran capital, no existe duda alguna de que estamos ante una burda copia del capitalismo de Estado, al mejor estilo soviético o cubano.
¿Capitalismo de Estado?
Sin embargo, cuando analizamos uno de los principales indicadores de la economía venezolana, como lo es, el Producto Interno Bruto, desagregado por sectores económicos (PIB)[4], se nos hace difícil comprender los argumentos esgrimidos. Al analizar el PIB por sectores económicos para el periodo comprendido entre 2000 y 2010 se observa claramente que, aun después, de diez años de revolución, el sector público en promedio aporta un 29% y el sector privado en promedio contribuye a la construcción del mencionado indicador en un 61%. ¡¡Vaya capitalismo de Estado!!
En otras palabras, para el primer semestre del año en curso, el sector privado aporta un59% a la consolidación del PIB nacional. Razón por la cual, nos parece sumamente absurdo hablar de un capitalismo de Estado cuando el sector privado tiene una decisiva participación en la economía como lo podemos constatar en los datos que nos proporciona el Banco Central de Venezuela.
De igual forma cuando miramos el producto interno bruto desagregado por actividad económica, tenemos que la actividad petrolera aporta en promedio para los últimos diez años de la actual gestión, un 15% versus un 75% que aporta la actividad no petrolera.
Como todos sabemos, la actividad petrolera por ser un recurso de vital importancia económica y política está en su totalidad bajo control del Estado. De la explotación de este recurso natural no renovable se encuentra una gran parte de los ingresos del país. Mediante este ingreso, el gobierno impulsa una serie de políticas sociales que benefician a las mayorías históricamente excluidas por los gobiernos anteriores.
Hoy día, como se puede constatar en el gráfico N° 1, la reducción de la pobreza y las desigualdades están siendo combatidas, al punto que seremos uno de los primeros países de la región que logrará alcanzar las metas del milenio. Es decir, nuestros logros en materia social no son un invento del “capitalismo de Estado” como dice José Guerra, son una realidad material tangible y ampliamente reconocida por organismos internacionales insospechables de chavismo como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), entre otras.
Ahora, retornando con nuestra idea, ¿Cuál es el criterio a utilizar para determinar que una economía se caracteriza por tener capitalismo de Estado? Si miramos rápidamente por algunas economías del mundo, nos encontramos estos datos:
El sistema de transporte principal (trenes, metro y autobús urbano) en Francia y España es público.
El desarrollo de la energía nuclear de la reconocida empresa EDF en Francia está estrictamente bajo control del Estado francés.
En los Estados Unidos, a raíz de la crisis financiera que estalló en el 2007 el Estado adquirió prestigiosas entidades financieras para salvaguardar al sistema financiero.
Como consecuencia de lo anterior, se implementaron una serie de regulaciones que pretenden controlar o regular la actividad de los mercados financieros. Es decir, el Estado tendrá injerencia en actividades financieras.
En México la gran empresa PEMEX está bajo control del Estado.
En Brasil la gran empresa Petrobras está bajo control del Estado.
En Venezuela, PDVSA, CANTV y las empresas básicas están bajo control del Estado.
En fin, ¿Esto es o no capitalismo de Estado? Si nos guiamos por esta lógica en el mundo entero hay capitalismo de Estado.
Es realmente absurdo desconocer el papel estratégico que tiene -y ha tenido desde su formación- el Estado a lo largo del desarrollo capitalista. Sin el Estado no habría sido posible ni el diseño, ni la ejecución de cualquier estrategia política, económica y social.
Hoy día, esa visión que prevalece en el seno de las ciencias sociales burguesas, según la cual el Estado se encuentra al margen del sistema social, político y económico; es decir; como si fuera una especie de observador totalmente neutro, que nunca toma partida ante los problemas y desafíos, es una burda mentira, dramáticamente puesta al descubierto con la actual crisis que atraviesa el sistema capitalista.
El libre mercado es una falacia, siempre lo ha sido. En los momentos en los cuales “la mano invisible” es insuficiente para garantizar la coherencia y el “equilibrio” de los procesos sociales aparece el Estado revelando su verdadera esencia burguesa, para contener, controlar y amansar a las personas que osen manifestar su descontento contra los desequilibrios que produce la “mano invisible”. Vale la pena recordar la idea esgrimida por Marx y Engels en al Manifiesto comunista cuando nos explicaban que: “El gobierno del Estado no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la sociedad burguesa”.
El Estado y la transición
Por otro lado, para nadie es un secreto que la estrategia política del actual gobierno venezolano es transitar hacia el socialismo, donde el Estado desempeña un rol estratégico en la consecución de las metas planteadas por el pueblo venezolano: cambiar las relaciones sociales de producción capitalista y todos los males que de allí se derivan.
El Estado, en la transición al socialismo debe ser entendido como un proceso dialéctico caracterizado por la Negación-Transición-Superación. Sería ingenuo plantearnos un proyecto político sin tener una correlación de fuerzas favorable a los intereses de clase del proletariado a lo interno del Estado burgués, para así, poder instaurar la voluntad de las mayorías -los trabajadores y trabajadoras- sobre una minoría reaccionaria.
En este contexto, las recientes expropiaciones llevadas a cabo por el gobierno bolivariano buscan rescatar importantes medios de producción (alimentación, construcción, telefonía, entre otros) que están en manos de una burguesía parasitaria, incapaz de realizar mejoría alguna a los procesos productivos. Situación que se traduce en un déficit de bienes materiales, que les permite mediante las leyes de la oferta y la demanda, aunado a su condición monopólica u oligopólica -bien sea el caso-, establecer precios por encima de su valor, que en última instancia es una forma mediante la cual los burgueses le sacan del bolsillo el salario a los trabajadores y trabajadoras.
En virtud de ello, el Estado deberá garantizar los procesos de inversión e innovación requeridos en sectores estratégicos de la economía, a fin de generar la musculatura necesaria para que el aparato estatal se convierta en eje propulsor del desarrollo económico, armónico y con inclusión social.
Es sumamente hipócrita acusar al Gobierno de politizar la economía, dado que es imposible hablar de procesos sociales sin incluir el componente político e ideológico. La sociedad es la relación de las clases sociales, que se expresan en el hecho económico y político.
El proyecto impulsado por el actual gobierno, cuenta con el respaldo de las bases populares -los trabajadores/as-, es el resultado directo de las contradicciones de clase a lo interno de la sociedad venezolana que indicaron el agotamiento del proyecto adeco-copeyano conocido como: el “puntofijismo”, que estaba perfectamente alineado con los intereses imperialistas de las grandes potencias económicas. Es precisamente sobre la base de esas contradicciones que emerge el proyecto socialista que está en marcha en el país.