Por: Luis Salas Rodriguez
Como sabemos, la última preocupación mundial es la situación de la deuda norteamericana y las posibilidades de declaratoria de default. Como muchos dicen, de ocurrir tal cosa entraríamos en una "crisis de magnitudes impredecibles", no sólo para la economía nortemericana propiamente tal sino mundial. El dos de agosto vence el plazo para la renegoción, por lo que de no llegar a un acuerdo el gobierno de Obama y el ala republicana del Congreso el default pasará de ser una amenaza a convertirse en una realidad.
Como también sabemos, la mayoría de los análisis con respecto a este tema (o al menos los más conocidos) dan cuenta del mismo fundamentalmente como parte de un conflicto "ideológico". Para Krugman, son los "fanáticos de derecha" del Congreso norteamericano los que tiene trancado el juego dirigiendo las cosas hacia un "inminente" "desastre mundial". Para Stiglitz, nos encontramos ante una "crisis ideológica del capitalismo occidental", provocada por una "ortodoxia económica" que insiste en las "fracasadas recetas del libre mercado" como quien pretende apagar con gasolina un incendio.
Durkeimn decía en alguna parte que cuando uno escuché una explicación psicológica para explicar un hecho social de lo único que se puede estar seguro es que tal explicación es falsa. De la misma manera, y cambiando todo lo que haya que cambiar, cuando escuchemos o leámos a alguien decir que un problema es "ideológico" de lo único que podemos estar seguro es de que nos está mintiendo. Y si tal cosa se hace en el marco de la explicación de una "crisis" podemos estar seguro de que nos miente doblemente. Es un poco como pasa con la teoría política : nadie se hace conservador o claudica luego de convencerse teóricamente de que la revolución es imposible, es justo al revés: primero se hace conservador y luego encuentra o desarrolla los argumentos que justifiquen su posición.
Como quiera que resulte el contrapunteo entre demócratas y republicanos con el tema de la deuda, ningún rescate puede impedir (a lo sumo diferir) de modo realista que el capitalismo mundial se deslice bien hacia una nueva era de depresión (un crash en sentido clásico) o bien un prolongado período de crecimiento cero con depresiones controladas (un crash administrado o en cámara lenta).
Hasta los momentos, el termor a lo primero es lo que ha venido impulsando lo segundo, con su secuencia de ajustes (primero Irlanda, luego Grecia, luego España, luego Portugal, ahora Italia…) y la lucha por controlar variables no del todo controladas por las potencias capitalistas occidentales (la petrolera por ejemplo). Por lo demás, y esto es lo importante, lo más complejo de todo este asunto es que no se trata de un tema opcional: no es un tema al menos para ser dirimido teóricamente, dentro de las coordenadas capitalistas, es un problema de supervivencia de los actores.
Excelente.
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